El Capón

Acerca de la finca

Empresario profesional de la madera, Teodoro Torres Falcón compró la finca hace unos 28 años y plantó las viñas a apenas unos metros de su taller, en Isla de Montaña Clara, a 250 metros sobre el nivel del mar, en la localidad de Las Palmas de Gran Canaria. 

 No le venía de tradición  familiar ni lo necesitaba para comer, pero siempre le gustó cultivar la tierra y ver crecer sus frutos. Así nació lo que hoy es una explotación de viñas, de las que sale su vino Capón. Además, los cultivos son ecológicos desde el primer día, porque “el primer ecologista soy yo”, afirma Teodoro con convencimiento.  

 Enamorado de la madera y del mundo de los caballos, Teodoro compró la finca con el objetivo de producir vino ecológico desde el principio, cuando la tendencia actual por los productos cultivados sin químicos ni se podía adivinar. Ahora que se encuentra en proceso de cambio en su vida, a punto de cerrar su negocio “porque ya toca”, su pasión por la tierra se mantiene sin fecha de cierre. 

 El Capón es uno de los vinos recogidos en la Denominación de Origen Vinos de Gran Canaria. Es un tinto joven, con cuerpo y color, sabores afrutados y baja acidez. Perfecto para maridar cualquier plato. 

  Hasta la finca, llega el agua de los pozos de San Mateo, para regar sus uvas de variedades listán negra, babosa y vijariego, principalmente. La recolección anual ronda los 2.800 kilos, pero aún recuerda aquel verano en el que llegó a pasar de los 3.000. Se quedan cortas estas cifras para las más de 7.000 cepas cultivadas, y es que la lucha contra los elementos y la fauna invasora es constante. 

Calendario de producción

Teodoro Torres Falcón

Forma de comercialización

Venta directa en la bodega
Marca
El Capón

 El mildio y el oidio son dos de los principales enemigos de la uva en la finca de Teodoro, junto a la cochinilla. Los trata con azufre y sulfocal, que si bien no son eficaces al 100%, sí que ayudan a la producción a salir adelante. 

 Los que también contribuyen a mermar la producción son los lagartos y los mirlos, sobre todo. Ellos son esa naturaleza que existía antes de la llegada de Teodoro “y hay que respetarlos, por lo que nunca los matamos. Nos dedicamos a ahuyentarlos para que no nos influyan en la uva”. 

 Dispone de barricas de roble francés para el reposo del vino, antes de su embotellado, pero por ahora no produce más que vino joven. Lo vende en la bodega y a amigos que lo conocen y valoran. ”No tengo en proyecto incrementar la producción”, informa Teodoro. “Mantener lo que tengo y seguir produciendo es ahora mismo la preocupación”. 

 Poca maquinaria se precisa en la finca de Teodoro. Para el mantenimiento de las viñas dispone de un tractor de última tecnología con intercepas, con el que su empleado se ayuda para quitar las hierbas. Precisamente la lucha contra las malas hierbas es uno de los gastos más considerables de la finca: al no poder disponer para combatirlo de productos químicos compatibles con la condición de ecológico, solo es posible quitarla a mano, con mucho tiempo.  

 “Lo más costoso de la explotación es la mano de obra”. Y es que Teodoro mantiene a un agricultor contratado de forma constante para el trabajo en las viñas y una pequeña huerta en la que recolecta hortalizas y algunas frutas para el consumo de la casa. 

 Las ayudas son pocas y no llegan a mucho. Teodoro tiene una nueva iniciativa de cubrir la viña con malla para evitar los pájaros e insectos y se plantea afrontar la inversión económica que esto conlleva. 

 “Me gustaría que todas las cosas siguieran”, desea Teodoro. “Mi hijo es un buen hombre pero ahora también quiere cambiar su vida y cerrar las empresas. Ya hemos trabajado bastante. Así que con la finca, ya veremos, con los años”.