De cada planta no se pueden recoger más de diez hojas al año, “y si calculas que para cada botella son necesarias unas 7 hojas, el resultado es una proliferación de vegetación enorme” para conseguir una producción que rentabilice la inversión, comenta Rafael Lesmes Suárez, dueño de la marca.
Una de las ventajas del aloe es su permanencia durante todo el año: se mantiene siempre generando hojas. “Aquí hacemos el prensado frío de la misma forma que se producen el vino y el aceite de oliva. La pulpa resultante como deshecho se puede reutilizar para hacer polvo de aloe vera pero el producto fundamental es el jugo”.
El mantenimiento de la planta es mínimo. Como vegetal de origen subdesértico, apenas necesita lo básico para vivir y consigue prosperar sin problema en el entorno al paralelo 28. Para prevenir alguna posible plaga que pueda llegar a darse, en Aloevera Finca Canarias usan tierra de diatomea.
El producto se vende fresco, tanto el gel como el jugo y la bebida, ya que tienen su fecha de caducidad que hay que respetar para que el producto ofrezca todos sus beneficios.
El gel, el jugo y la bebida se complementan, además, con una amplia línea de productos cosméticos para el cuidado corporal y facial, que tiene la particularidad de ofrecer un porcentaje destacado de esta sustancia casi milagrosa, que la piel absorbe con mucha facilidad.
Entre sus beneficios fundamentales, arraigados desde hace más de 4.000 años atrás, se encuentra la alta regeneración celular que limpia el cuerpo de toxinas aportando los nutrientes fundamentales. Combinado con otros productos, como la moringa, la rosa mosqueta y el aguacate, el aloe potencia su acción. “Existen infinidad de sinergias que incrementan las propiedades y que ofrecemos también”, comenta Rafael.
La comercialización se realiza vía online en la página www.fincacanarias.es y en las tiendas propias, como la que se encuentra en la misma finca. En Gran Canaria se ubican varios establecimientos y la empresa no fabrica como marca blanca para otros. Su filosofía es la venta directa y, a pesar de que reciben peticiones de comercialización en otros países, prefieren no perder el contacto directo con su clientela.
Rafael está convencido de que “debemos potenciar la producción local e invertir la tendencia actual de que el 90% de lo que consumimos en Canarias venga de fuera”. Su apuesta por el aloe vera viene de varias décadas atrás. Como profesional del turismo había visto la oportunidad, sobre todo por lo valorado que está el producto por muchos turistas y también animado porque no se cultiva casi en otros puntos de España.
El empresario aprovechó la oportunidad y comenzó con una primera finca en Malfú, frente al Aeropuerto de Gran Canaria, y fue dejando el sector turístico para apostar por la agricultura ecológica de esta variedad vegetal tan apreciada. Cuenta hoy día con el apoyo de sus hijos, que han tomado el testigo de esta actividad, para continuarla. “A nivel local no hay tanta demanda porque muchos canarios tienen su propia planta, por lo que seguimos dependiendo mucho de los visitantes. Y aquí es complicado pelear con otras explotaciones más grandes” a nivel mundial.
El sector recibe ayudas y subvenciones de las que, sin embargo, no vive porque el negocio es rentable, entre otras cuestiones por la calidad del aloe canario: “el consumidor es consciente de esta calidad y paga el sobreprecio de nuestro producto porque conoce la diferencia frente a otras producciones no tan beneficiosas”. Eso sí, la pandemia les ha supuesto un gran problema: “sobrevivimos con la venta online y hemos tenido que hacer ERTEs para mantener nuestros más de 30 trabajadores”.
La empresa movió en 2019 más de 200.000 visitantes en todas las Islas. Las cifras, tras la pandemia, están aún en fase de recuperación, pero con muy buenas expectativas.