La transformación hacia una agricultura ecológica la hizo Cristóbal hace 20 años, pero en los últimos 5, está haciendo una agricultura regenerativa que va un paso más allá. “Creemos que lo importante es la tierra, que es a lo que prestamos menos atención. Lo que estamos haciendo es lo que en permacultura y agricultura orgánica se conoce como sistema de bosque de biomasas y microelementos, trabajamos con microorganismos que generamos aquí”.
Cristóbal explica que una de las premisas de la agricultura regenerativa es que no se debe remover el suelo porque hay una vida en él, que hay que respetar. “Hay que ir añadiendo elementos que vayan transformando las deficiencias. Yo elaboro un purín de aloe vera y a la semana le inyecto ese caldo a través del riego y eso regenera las raíces, otras veces hacemos pudin de ortigas para la parte foliar y la vegetación del suelo la dejamos para que se vaya autorregulando.
“Nuestras cepas, por la forma en que las cultivamos dan muchos menos kilos, estamos en el 50 o 60 por ciento de la producción que nos permitiría el consejo regulador de la Denominación de Origen. En esta parcela que tiene 2.000 metros, se podrían recoger 2.000 kilos de uvas, pero este año se recogieron 900, menos de la mitad y es lo mismo en todas las parcelas, porque no obligamos a las cepas a dar un rendimiento superior al que dan de manera natural. Estos vinos tienen un fuerte carácter mineral que los hace diferentes y a la hora de elaborarlos lo hacemos con la filosofía de los vinos naturales, no llevan metabisulfitos añadidos, tampoco levadura, ni se les añade ninguna corrección como ácido tartárico, se trata solo de recoger la uva, introducirla en la bodega y esperar hasta conseguir el vino que queremos. Cada añada es una experiencia. Nuestros vinos son una sorpresa para nosotros y para nuestros clientes”.
La bodega de Cristóbal y Amable, produce 4 referencias, tres de vino tinto y una de blanco que recogen todas las variedades de sus uvas: listán negro, castellana, “que le da personalidad”, vijariego negro, “su importancia está en la piel”, baboso negro, “una variedad de El Hierro”, marmajuelo, malvasía y listán blanco.
Con estas variedades, Cristóbal hace combinaciones hasta conseguir el vino que desea. Los vinos que elabora se comercializan bajo las marcas El Convento de la Vega, Viña Amable, Vega de Gáldar y Nubia, que es el blanco y que lleva el nombre de la hija de Cristóbal. La bodega produce al año unos 2.000 litros de vino de los que, entre 300 y 500 litros son de la marca El Convento de la Vega, uno de los vinos más premiados y que se encuentran en los mejores restaurantes de las islas.
Las cuatro referencias se comercializan a través de El Gusto por el Vino, con sede en Tenerife, que las distribuye en establecimientos de alta restauración y a través de servicios on line, a todas las islas. Comenzaron a comercializar los vinos hace tres años, hasta ese momento los vendían de forma directa en su bodega.
Cristóbal estudió Bellas Artes y se dedicó a la docencia hasta hace unos años. Ahora se dedica “en cuerpo y alma” a sus viñas y a la bodega y sigue pintando y haciendo exposiciones. De su pintura da buena muestra la bodega en la que, los diferentes espacios que se utilizan para realizar degustaciones y recibir clientes y amigos, muestran fotografías y obras pictóricas de Cristóbal, todas ellas relacionadas con la mitología griega, con un guiño al mundo dionisiaco pero, con personajes reales de familiares y de amigos.