Finca la Menora – Bodega Vega de Gáldar

Acerca de la finca

Cristóbal Guerra Molina es agricultor y viticultor con certificado ecológico de las cinco parcelas en las que, junto a Amable Rodríguez del Castillo, cultiva uvas de diferentes variedades y de las que comercializan cuatro referencias que producen en su bodega, una edificación agrícola y ganadera del siglo XVII rehabilitada. 

 Las viñas están situadas en la zona de la Vega de Gáldar. Cristóbal es agricultor ecológico desde hace 21 años y destaca la vinculación histórica de todos los terrenos de la Vega, al convento de los franciscanos, ubicado en la zona desde el año 1520. Fue el segundo convento de la isla y fueron los monjes quienes trajeron consigo la cultura del vino. Desde esa época ya había viñedos y desde esta comarca salía vino para comerciar con las indias. 

 “Nosotros retomamos la tradición. Esta es una parcela que perteneció al convento, del que ahora solo queda el solar. Con la desamortización se repartieron las tierras y todas las terrazas se dividieron, ésta en la que estamos ahora, se llama La Mejora, aunque la primera que compré fue La Menora, a cuyo nombre están registradas todas las demás”. 

 Cuando Cristóbal compró la primera propiedad hace 30 años, las parcelas eran de plataneras. “Empecé con lo que había, pero enseguida me di cuenta de que, con esa forma de cultivo no había ningún control, así que me alejé lo más rápido posible. Mi convicción era la de la agricultura ecológica así que me di de alta en 1999”. Reconoce que en la regeneración del suelo le ayudó la tormenta Delta, que arrasó con todo lo que había plantado. “A partir de ahí quisimos recuperar la tradición empezando por regenerar la tierra. Nuestro proyecto es una filosofía de vida, es un proyecto más cultural y gastronómico que comercial”. 

Calendario de producción

Cristóbal Guerra Molina y Amable Rodríguez del Castillo

Forma de comercialización

El Gusto por el Vino
Marca
El Convento de la Vega, Viña Amable, Vega de Gáldar y Nubia

Transformados

Vino con 4 referencias, tres de tinto y una de blanco

 La transformación hacia una agricultura ecológica la hizo Cristóbal hace 20 años, pero en los últimos 5, está haciendo una agricultura regenerativa que va un paso más allá. “Creemos que lo importante es la tierra, que es a lo que prestamos menos atención. Lo que estamos haciendo es lo que en permacultura y agricultura orgánica se conoce como sistema de bosque de biomasas y microelementos, trabajamos con microorganismos que generamos aquí”. 

 Cristóbal explica que una de las premisas de la agricultura regenerativa es que no se debe remover el suelo porque hay una vida en él, que hay que respetar. “Hay que ir añadiendo elementos que vayan transformando las deficiencias. Yo elaboro un purín de aloe vera y a la semana le inyecto ese caldo a través del riego y eso regenera las raíces, otras veces hacemos pudin de ortigas para la parte foliar y la vegetación del suelo la dejamos para que se vaya autorregulando. 

  “Nuestras cepas, por la forma en que las cultivamos dan muchos menos kilos, estamos en el 50 o 60 por ciento de la producción que nos permitiría el consejo regulador de la Denominación de Origen. En esta parcela que tiene 2.000 metros, se podrían recoger 2.000 kilos de uvas, pero este año se recogieron 900, menos de la mitad y es lo mismo en todas las parcelas, porque no obligamos a las cepas a dar un rendimiento superior al que dan de manera natural. Estos vinos tienen un fuerte carácter mineral que los hace diferentes y a la hora de elaborarlos lo hacemos con la filosofía de los vinos naturales, no llevan metabisulfitos añadidos, tampoco levadura, ni se les añade ninguna corrección como ácido tartárico, se trata solo de recoger la uva, introducirla en la bodega y esperar hasta conseguir el vino que queremos. Cada añada es una experiencia. Nuestros vinos son una sorpresa para nosotros y para nuestros clientes”.     

 La bodega de Cristóbal y Amable, produce 4 referencias, tres de vino tinto y una de blanco que recogen todas las variedades de sus uvas: listán negro, castellana, “que le da personalidad”, vijariego negro, “su importancia está en la piel”, baboso negro, “una variedad de El Hierro”, marmajuelo, malvasía y listán blanco.  

 Con estas variedades, Cristóbal hace combinaciones hasta conseguir el vino que desea. Los vinos que elabora se comercializan bajo las marcas El Convento de la Vega, Viña Amable, Vega de Gáldar y Nubia, que es el blanco y que lleva el nombre de la hija de Cristóbal. La bodega produce al año unos 2.000 litros de vino de los que, entre 300 y 500 litros son de la marca El Convento de la Vega, uno de los vinos más premiados y que se encuentran en los mejores restaurantes de las islas. 

 Las cuatro referencias se comercializan a través de El Gusto por el Vino, con sede en Tenerife, que las distribuye en establecimientos de alta restauración y a través de servicios on line, a todas las islas. Comenzaron a comercializar los vinos hace tres años, hasta ese momento los vendían de forma directa en su bodega. 

  Cristóbal estudió Bellas Artes y se dedicó a la docencia hasta hace unos años. Ahora se dedica “en cuerpo y alma” a sus viñas y a la bodega y sigue pintando y haciendo exposiciones. De su pintura da buena muestra la bodega en la que, los diferentes espacios que se utilizan para realizar degustaciones y recibir clientes y amigos, muestran fotografías y obras pictóricas de Cristóbal, todas ellas relacionadas con la mitología griega, con un guiño al mundo dionisiaco pero, con personajes reales de familiares y de amigos.