El Mocanal – Bodega San Juan

Acerca de la finca

Corría el año 1912, cuando Juan Rodríguez Quegles, tatarabuelo de Cristina Millán Martín, compró a un terrateniente de la zona la finca El Mocanal, ubicada en el Monte Lentiscal, en el municipio de Santa Brígida. Ya existían las dos filas de algarrobos, que dan la bienvenida al visitante, árboles centenarios de los que la familia extrae un licor reconfortante, con cuerpo, dulce y valiente para el deleite de los grupos que se acercan a conocer el lugar.

Esos mismos algarrobos están publicados en un libro de árboles singulares editado por el Cabildo de Gran Canaria en el año 2021, ya que la zona es la que contiene la mayor concentración de árboles de dicha especie y con una antigüedad similar de más de 200 años.

De su tatarabuelo pasó a su bisabuelo y hubo un parón que coincidió con la Guerra Civil, época de la que no conserva mucha información. “Mi abuelo, José Millán Rodríguez, retomó la actividad. Fue de los primeros bodegueros y tuvo que afrontar tiempos duros, porque parte del proceso se hacía en Tenerife y esto suponía un gran inconveniente en los comienzos”.

La cuarta generación, el padre y los tíos de Cristina, continuaron con la actividad hasta que la cedieron a la joven en 2017, año en el que se transformaron los cultivos a ecológico. En la actualidad, ella se encarga de las dos hectáreas y media de cultivo, dentro de las cinco hectáreas totales de El Mocanal, que incluyen las construcciones y el bosque termófilo, cercano a las casas.

Calendario de producción

Cristina Millán Martín

Forma de comercialización

En la bodega propia, y tiendas especializadas como Canarywine y Aragüeme y algún restaurante
Marca
Bodega San Juan

Precisamente este bosque es uno de los elementos que más destaca en la propiedad. Cristina recuerda que “consta que hace más de 400 años llegaba hasta el Jardín Canario y bajaba por el barranco hasta Jinámar”. Un gran almácigo protagoniza este remanso verde que deja su huella histórica como ejemplo de supervivencia.

Una apuesta por lo ecológico

“Lo tuve claro desde el principio porque vivo aquí”. Cristina apostó por una agricultura sin herbicidas para el entorno que rodea a su hogar y el de sus hijos. “Hasta hace unos años se aplicaban productos químicos nocivos. Pero mi formación como ingeniera agrónoma me hace ser consciente de la influencia de los herbicidas”. Aquella filosofía de mantener un suelo limpio cambió por un entorno más sano. La protección contra las plagas llega en forma de tratamientos que combinan el azufre con la bentonita y la diatomea para controlar las posibles plagas de oídio y mildiu.

“Una plaga de esta zona es la de los caracoles. Me obligó a poner a una persona específicamente a quitarlos, para no emplear productos químicos. Y la cochinilla también está presente. La combatimos con un cepillo de cerdas de hierro con el que descortezamos la planta”.

La finca la mantienen entre un trabajador y la propia Cristina, con la ayuda de un tío suyo, que es quien gestiona la parte que se alquila para eventos. Otra actividad que se realiza en el lugar es la de las visitas guiadas, enseñando la finca y la historia de la familia a grupos de turistas, de lunes a domingo, en dos turnos.

La recogida de uva -de variedades listán negra, negramoll, malvasía, listán blanca y moscatel, en cepas de más de 35 años de antigüedad- se hace en familia y de una sola vez. La media anual cosechada ronda los 3.000 kilos, aunque los dos años anteriores han sido muy malos, por la sequía, con pérdidas de hasta el 75%, que han lastrado la producción.

El vino resultante es un tinto ecológico que pasa once meses en tanque y no lleva filtración, con decantación natural. Después se embotella y, tras tres meses en reposo, se vende como vino joven. Una parte del tinto lleva ya un año en barrica de roble francés, una variedad que Cristina, en colaboración con el enólogo de la bodega, estudia cómo y cuándo embotellar y vender. “Este puede que sí lleve ya una etiqueta de crianza”, comenta. Lo comercializa en su propia bodega, así como en tiendas especializadas como Canarywine y Aragüeme y algún restaurante.

El vino Mocanal es un tinto con personalidad, con aroma afrutado y toques minerales nacidos en el seno del volcán de Bandama, mucha persistencia en boca y ligereza aportada por su integrada acidez. Su baja graduación lo convierte en un vino fácil de tomar y maridar con platos como carnes, verduras, arroces o picoteos.

La finca ofrece, además, otros cultivos, aunque destinados a consumo de la familia, como níspereros, almendros, pitayas, guayabos, ciruelos, nectarinos, granados, morales, limoneros y naranjeros. “En épocas de mi abuelo plantaban papas con las parras, intercalándolas como cultivos de asociación”.

Para el enriquecimiento de la tierra, en la finca viven dos pequeños ponis y un burro. “Al principio compraba estiércol de vaca, pero luego supe de los ponis: son grandes productores de estiércol, porque con una pequeña inversión generan mucho”. La parejita que llegó a la finca ahora tiene un retoño, un pequeño poni que ha comenzado a aportar su ‘granito de arena’ a la explotación.

Otra característica de El Mocanal es que las parras son cultivos de secano: “hace más de 15 años que no regamos, también por un problema que tenemos con el agua para hacerla llegar hasta aquí”. Y es que la lucha contra los elementos caracteriza a esta histórica finca en la que la quinta generación sigue haciendo vino.